En el mes de marzo, la opción del teletrabajo era solamente una opción para algunos y no estaba mayoritariamente instaurada en todas las empresas. Sin embargo, a raíz de la pandemia, el trabajo en remoto se ha generalizado en gran parte de ellas y lo que era una mínima opción para unos pocos se ha convertido ya en una realidad para casi todos.

La urgencia con que hubo de implantarse el trabajo en remoto puso de relieve las grandes ventajas pero también otros grandes inconvenientes. El confinamiento no ayudó a que todo este proceso se pudiera hacer de forma paulatina, con la posibilidad de disfrutar de todas las ventajas que esta modalidad de trabajo puede beneficiarnos, como es la conciliación laboral o el no tener que perder tiempo en los desplazamientos a la oficina. Por el contrario de un día para otro nos vimos confinados, sin poder salir y teniendo que compartir espacios configurados solamente para nuestra vida familiar con espacios urgentemente adaptados y muy poco adecuados para seguir con nuestra vida laboral.

Es así que el teletrabajo no ha entrado con buen pie, y pese a sus demostradas ventajas, son muchos los trabajadores a los que les gustaría retomar la normalidad y volver si no diariamente a la oficina, al menos, sí varios días a la semana. Sin embargo, con la incertidumbre actual, muchas empresas siguen manteniendo a sus trabajadores trabajando desde casa. Ante esta situación que vemos alargarse, es necesario tener en cuenta ciertos efectos negativos, sumados a los anteriores,  para así, poderles hacer frente.

La soledad es quizás el sentimiento más arraigado entre los teletrabajadores. Estamos acostumbrados a un contacto físico, personal, a interrelacionarnos y reunirnos en la oficina, aprovechando las sinergias que surjan de ello. El trabajador puede sentirse aislado, no estar preparado para esta forma de trabajar o inclusive no concordar con su carácter. Para ello las empresas deben fomentar la formación virtual de sus trabajadores así como la colaboración por medio de reuniones programadas.

Como decíamos antes, estamos ante una etapa de incertidumbre que, sin saber cuándo terminará o volveremos a la normalidad, puede causar ansiedad a muchos trabajadores. El hecho de no poder planificar con antelación genera desasosiego, carencias y baja productividad.

De igual forma, por la urgencia  de su implantación, la no familiarización con el teletrabajo y la imposibilidad de separar la vida familiar de la profesional, se pueden generar estados de gran estrés.

Por último, el factor humano es esencial. Por mucho que aparezcan nuevas aplicaciones de videoconferencias y programas para teletrabajar, las relaciones personales importan y no podemos dejar de lado tantos años de contacto interpersonal.

Independientemente de estos efectos negativos, lo cierto es que el teletrabajo gana cada vez más adeptos. Su demostrado beneficio en la flexibilidad de horarios, la conciliación laboral, la disminución de los desplazamientos de casa al trabajo y sobre todo porque un gran número de trabajadores admiten que son más productivos, implica que conocidos y subsanados los principales inconvenientes, el trabajo en remoto está completamente integrado en la vuelta a la normalidad que todos deseamos.

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